Comienza a amanecer. Abro los ojos lentamente, giro la cabeza hacia la derecha y te veo, durmiendo profundamente. Me encantaría poder acariciarte la cara, que despertaras y comenzáramos un nuevo día juntos. Ojalá pudiera pasar todos los días contigo, mirándote...
Te vas despertando. En cuanto abres los ojos me miras y me sonríes. Te devuelvo la sonrisa. Sin decir nada me coges y me abrazas mientras que sueltas de tus carnosos labios un "buenos días". Tu cuerpo desnudo se va agarrando al mío. Te voy abrazando más y más... Me conoces perfectamente, sabes que estoy perdidamente enamorada de ti desde el día en que nos conocimos. Pero paras, veo que algo te preocupa.
-¿Qué te pasa?
-No puedo seguir con esta mentira...
Te pones de pie y empiezas a vestirte. No puedo evitar mirarte con cara de asombro y misterio a la vez que no paro de dedcirte "¿qué quieres decir con eso?, ¿adónde vas?". Abres la puerta.
-No puedo querete.
Sin poder evitarlo, empiezo a llorar. Me pongo de pie y miro por la ventana. Hay un coche militar aparcado en frente de la puerta de la entrada. Cierras la puerta y subes.
Desde ese momento no te he vuelto a ver.
Lo que empieza bien, no siempre acaba igual.
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