sábado, 24 de julio de 2010

Marianela (Benito Pérez Galdós)

Marianela

La historia comienza con el personaje de Teodoro Golfín, un oftalmólogo que quiere ir al pueblo de su hermano, Socartes, para hacerle una visita. Pero enmedio del camino se pierde. Por suerte encuentra a un chico que vive en el pueblo de Socartes y le puede ayudar. Este chico, Pablo, es ciego, y siempre le acompaña Marianela, que es la protagonista de la historia.

Marianela es una chica adolescente que tiene cualidades de niña, tanto físicas como psicológicas. Es huérfana. Vive en el pueblo de Socartes, en donde la mayoría de personas trabajan en las minas. Pero Nela no puede coger nada de peso porque se desmaya. Por tanto, ayuda a un ciego, Pablo Penáguilas, a pasear por el pueblo.

Nela se enamoró de Pablo, y Pablo de ella.Éste se quería casar con ella. Pero Nela siempre decía que era muy fea, e incluso la mayoría de las personas del pueblo se lo decían (más bien porque no la querían nada).

A la acudida de Teodoro Golfín al pueblo, el padre de Pablo llama a Golfín para revisarle los ojos a su hijo y a ver si puede hacer algo con la ceguera. Al revisarle, dijo que le operaría los ojos para que pudiera ver de una vez por todas. Al oír eso, Nela se asustó demasiado, ya que, como era tan fea, no quería que Pablo la viera y se desenamorara.

Días antes de la operación, la prima de Pablo, Florentina, va al pueblo. Esa chica es, como todos decían, la chica más bella de todas. El padre de Pablo la quería a ella como esposa de su hijo.

Cuando ya operaron a Pablo, Nela escapó del pueblo. Se escondió y todos la estaban buscando porque Pablo la quería ver por primera vez.

Pasaron los días. Pablo se estaba enamorando más de Florentina, y Nela no aparecía. pero Golfín la encontró. La llevó a casa de Pablo, en donde se quedaría a dormir en la habitación de Florentina y a la  mañana siguiente Pablo por fin la podría ver.

A la mañana siguiente, Pablo se levantó y fue a ver a Florentina. Como siempre, le empezó a decir que se estaba empezando a enamorar de ella, que era muy guapa y que se casarían. Florentina, que sabía que Nela le quería y que, además, estaba oyendo todo, le quiso parar los pies, pero él siguió. Entonces, Pablo se dio cuenta de que había una personita tapada en el sofá, que no se la veía mucho. Era Nela. Al verla, Pablo se quedó sin palabras. Sí, soy Nela, dijo. Pocos segundos después, Nela murió. Nunca se supo de qué murió: celos, desamor... Tuvo un funeral digno de tan buena persona. Ese día todos vieron a Nela como la chica más guapa de todas.

Esta historia me ha enseñado que, a pesar de todo, la belleza es lo más importante. No importa el exterior, sinó el interior. Este relato ha sabido expresar lo contrario.

Recomiendo este libro, ya que es una de las historias más maravillosas y trágicas que he leído. Consta de unas 173 páginas y 22 capítulos bastante fáciles de leer. En esta obra Benito Pérez Galdós ha combiando la tragedia con el amor, el irracionalismo y la ficción, la naturaleza y la complejidad del mundo. Cada uno de los personajes es muy distinto y presenta cualidades diferentes.

sábado, 17 de julio de 2010

Por la ventana

Hoy en día la mayoría de personas quiere estudiar para tener un buen futuro o trabajar bien para ahorrar. Con un buen trabajo se dice que tienes un buen porvenir, es decir, que si consigues mucho dinero con tu trabajo serás feliz. Eso es lo que nos hacen pensar hoy en día: estudio y punto. Con eso ya tienes el futuro arreglado. ¿Qué pasa con el amor? ¿Acaso en esta sociedad ya no hay hueco para el amor, que ha existido antes que el papel ese al que llamamos billetes? ¿Acaso el sentirse amado o estar aferrado a alguien no es tener un buen futuro, acompañado de tu ser más querido? Sé que en estos tiempos y desde hace ya unos siglos el dinero es vital para sobrevivir.
Esta es la historia de un chico llamado Jake, de 20 años, perdidamente enamorado de Taylor, una chica de 18 años. Ellos son pareja, y son los más felices del mundo. Tienen planeado casarse dentro de unos años, cuando sean un poco más mayores. Irán a estudiar en la misma universidad, la de Barcelona.

Hace un tiempo los padres de Jake solicitaron a escondidas de su hijo una beca para poder estudiar en Stanford. Ellos sabían que sería lo mejor para él, ya que podría estudiar su carrera mejor y conseguiría un trabajo magnífico. Pero Lo que quería realmente Jake era estudiar la carrera en su ciudad con su futura esposa. Si se iba a Stanford pasaría allí demasiados años e incluso a lo mejor se quedaría allí viviendo y perdería a su novia. Tal vez se pudiera casar con otras mujeres, pero nunca sería feliz ya que siempre tendrá en mente a Taylor, la persona que le hizo conocer el verdadero sentido de la vida. Pero meses después, los padres de Jake le dijeron lo de la beca. Además, le habían aceptado para ir allí. Cuando Jake escuchó tales palabras no sabía si llorar de orgullo o tristeza. ¿Qué podría hacer Jake: irse a Stanford o quedarse en la ciudad?

Sus padres le obligaron a ir a Stanford, dijeron que por un amorcito temporal no servía para rechazar tal oportunidad como la que le habían concebido. Días después, se despidió de Taylor, a quien sin duda echaría de menos. No se volverían a ver durante un tiempo, y eso marcaría sus vidas para siempre.

Pasaron los años. Después de sacarse la ingeniería en Stanford, se fue de nuevo a su ciudad natal. Lo primero que hizo fue ir a buscar a Taylor. Fue a su casa y no estaba. Sus padres le dijeron que ahora vivía en otra casa. Le dieron la dirección y fue directamente hacia allí. Vio una casa enorme, con un magnífico y colorido jardín y garaje propio. Miró por la ventana y la vio, a ella, abrazada y besando a un chico en el sofá. Con las lágrimas a punto de saltar, le vio la mano a Taylor. Tenía el típico anillo dorado de matrimonio...

jueves, 15 de julio de 2010

Tan equivocada?

Ella nunca pensó que se enamoraría de la persona equivocada.

Todo empezó un día de trabajo. Ella, Natalia, trabajaba de oficinista desde hacía más de dos años. Tenía 25 años. No quería tener pareja, ya que pensaba que era una pérdida de tiempo y te hacía sufrir demasiado.Pero como siempre, la vida te da muchas sorpresas.

30 de octubre de ese mismo año. Un chico nuevo viene a trabajar en la oficina. Es el compañero de Natalia, así que se deberían llevar bien para no tener dificultades en el trabajo. Sergio, el chico nuevo, tenía la misma edad que ella, así que podrían hablar de aficiones y hobbies en común. Pero ella se lo dejó claro desde el principio "esto es sólo una relación entre compañeros, no de amigos".

Iba pasando el tiempo. Seguían trabajando juntos. Pero Sergio se empezó a enamorar de ella, no lo pudo controlar, hasta que decidió invitarla a cenar a un restaurante cercano a la oficina después del trabajo. Pero al acabar del trabajo, ella dijo:

-Ya te dije que esto sólo es una relación entre compañeros de trabajo. Nada más.

Y, harto de que ella fuera así, le dijo:

-¿Por qué eres así de fría? Así nunca conseguirás tener pareja y ser feliz. Ya sé que no ten gustaría tener, pero que sepas que enamorarse es la cosa má maravillosa del mundo, a pesar de que a veces se pasa mal, pero es lo que hay. Cuando estás al lado de la persona que amas te sientes la persona más feliz del mundo.

Dicho eso, se fue. Ella, conmovida, decidió cambiar su forma de ser.

Al día siguiente, Natalia decidió invitar a cenar a Sergio, pero no le encontraba. Su jefe le dijo que le trasladaron a un nuevo puesto de trabajo. En ese momento, todo el mundo se derrumbó encima de ella. Se dio cuenta de que esa cena era una despedida y de que ella estaba enamorada de Sergio. Pero ya era demasiado tarde para darse cuenta, ya no le podía volver a ver.

Se marchó a su casa. Cerró al puerta y se fue al salón, con una luz encendida y una botella de vino.

De repente, tocaron la pueta. Ella, con toda la tristeza del mundo, se fue a abrir la puerta, sin ánimos de que nadie la fuera a visitar. Era Sergio. Ella, sorprendida de la visita, le invitó a pasar. Hablaron de todo. Esa noche Sergio se quedaría a dormir a casa de Natalia.

Hace ya cinco años de eso. Ahora están viviendo una nueva vida juntos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Blanco

El amor. ¿Qué es el amor? Un sentimiento. ¿Qué es un sentimiento?¿Sentimos algo cuando nos enamoramos?¿Cuál es la meta del amor? (Ser feliz con la persona amada...)

El amor, un sentimiento que te hace llorar, reír, sufrir, besar... Un sentimiento que en aquellos tiempos me hizo pasar la mejor época de mi vida. Cada vez que mencionan la palabra "amor", me recuerda a ti... ¿te acuerdas cómo y cuándo nos conocimos? Fue hace mucho tiempo. Recuerdo que unas amigas mías habían conocio a un grupo de chicos, de entre los cuales estabas tú. Nos empezamos a conocer, trabamos amistades y, finalmente, nos enamoramos. Es raro, porque no recuerdo la etapa en que nos empezamos a enamorar, sólo recuerdo cuando éramos amigos y cuando ya éramos novios, pero no recuerdo cómo me enamoré de ti, ese mismo instante en el que toda mi vida cambió.

¿Durante cuánto fuimos novios?¿Tres años? Después de tres años conociéndonos del todo, m epediste matrimonio. Yo acepté encantada, sin duda. Me querías por mis virtudes y mis defectos y viceversa.

Siete meses después nos casaríamos. Haríamos una boda un poco discreta, ya que siempre has sido un poco tímido y no te gusta estar rodeado de mucha gente.

Pero, a pesar de que ese día tenía que haber sido el día más feliz de nuestras vidas, fue el más terrorífico, triste y desagradable que jamás haya pasado. Me desperté y, apenas abrí los ojos y me di cuenta de que ese era el día, el marravilloso día que durante años había estado esperando. Me levanté, desayuné y empecé a maquillarme y a peinarme. Me puse el vestido y marché hacia la Iglesia.

Cuando llegué con el coche, uno de los invitados me dijo que esperara dentro del coche, que el novio todavía no había llegado. Esperé minutos, horas... y no llegabas. Desesperada y angustiada, decidí ir a tu casa para ver si te había pasado algo. Entré, fui al salón y te vi sentado en tu sillón favorito, al lado de una mesa llena de licores. Justo debajo de tu mano, en el suelo, había una copa rota, se ve que se te cayó. Me acercé desesperada. En la mesa de licores vi un bote de veneno medio vacío, justo al lado del vino. Sabía que no habías sido tú, que alguien te había obligado a hacer eso...Estabas pálido como la nieve, durmiendo profundamente y para siempre.

martes, 13 de julio de 2010

A la tercera va a la vencida

Hace desde hoy un par de años, vivía en una casa cercana a la playa una chica joven, hermosa y desolada llamada Laura. Todos sus amore habían fracasado: cuando era más joven su novio la dejó por otra y cuando se casó años después  su marido murió de una enfermedad. 

Con todo esto que le pasó, no quería volver a enamorarse, ya que sabría que la volverían a romper el corazón, aún con heridas que no se curaban y que llevaban sangrando desde el pasado. El amor era lo más importante para ella.

Día de Navidad. Es hora de llamar a toda la familia para comer y disfutar juntos y, sobretodo, olvidarse de los problemas. Vinieron sus padres, sus tíos, sus abuelos, y su hermana con su nuevo novio.

-Espero que no te haya importado que me haya traído a Bryan.

-¡No! Para nada. ¿Por qué me iba a molestar? Es más, cuantos más, mejor.

Su hermana le presentó a su novio Bryan. Desde aquel primer momento en que se conocieron sintieron algo el uno al otro.

Todos se sentaron y empezaron a comer mientras contaban sus anécdotas sobre ese año.

Después de tres horas, todos se empezaron a ir.

Cuando la hermana se despidió de Laura, salió de la casa para esperar a Bryan, que se estaba despidiendo de todos. Finalmente se despidio de Laura:

-Muchas gracias por la comida. Estaba realmente buena.

-Muchas gracias Bryan y gracias también por venir.

-No... no me gustaría perder el contacto contigo. Quiero verte más veces este año.

-Bueno... no lo perderemos. Si quieres te doy mi número de teléfono y hablamos.

Le dio su número de teléfono y se despidieron.

Dos semanas después, Laura recibió una llamada de Bryan. Acordaron que quedarían en la playa por la noche.

Y así fue.  Estuvieron varias horas hablando de distintas cosas, hasta que:

-Laura, debo irme, pero quiero que nos volvamos a ver.

Desde ese momento, quedarían cada dos semanas en ese mismo lugar de la playa.

Seis meses después, se cogieron mucha confianza y su amor iba creciendo a medida que sus miradas chocaban.

-Laura, te quiero.

Laura se quedó muda, sin ninguna palabra que soltar de sus labios. Estaba llena de felicidad al oír tales palabras de la persona que más quería en este mundo. Bryan no lo pudo contener y la besó. Esa noche estuvieron juntos expersando de la mejor forma posible su amor.

Y continuaron viéndose, esta vez, cada semana. 

Día de Navidad del año siguiente. Fueron las mismas personas.

Casi al final de la comida, dijo en voz alta la hermana de Laura:

-¡Escuchadme todos! Sé que lo que os voy a decir va a ser un poco precipitado, pero quiero deciros que la semana que viene Bryan y yo nos casaremos.

Los gritos de alegría llenaban la sala. Pero Laura ni siquiera pudo fingir una sonrisa. La hermana continuó hablando:

-Después de la boda, nos iremos a vivir a Italia. Ahí nos han ofrecido un buen puesto de trabajo tanto a Bryan como a mí. Y, por supuesto, estais invitados todos a la boda.

Eso culminó la tristeza de Laura.

Era hora de irse. Todos se despidieron de todos. Cuando Bryan se despidió de Laura le dijo:

-Lo siento, de verdad. Debes saber que te quiero. Pero...

-Vete. Adiós...

Todos se marcharon. Laura pensó que jamás tenía que haber aceptado verse con aquel hombre. No tenía que haber hecho lo que había hecho. Ahora, el corazón tiene demasiadas heridas.

Laura se fue a la playa, justo a aquel lugar donde quedaba con Bryan. Con  la ropa puesta, se metió en el mar. El agua le legaba hasta la cara. Se metió más adentro. No podía respirar, no quería respirar ni salir fuera para coger aire. El mar y la muerte la envolvieron.

Su familia supo seis meses después que se suicidó en el mar. El día de Navidad todos lloran su muerte, especialmente el que la provocó.

El beso perdido

El sol de Octubre comenzaba a aparecer por el horizonte. La silueta de la ciudad se dejaba ver poco a poco, ganándole terreno al añil del cielo nocturno. Comenzaba un nuevo día, aunque para Álvaro, era exactamente igual que todos desde hace demasiado tiempo. El tiempo que llevaba esperando...

Como cada día, se vio paseando por la ciudad, recorriendo despacio cada rincón que le traía algún recuerdo, cada lugar que tenía algún significado para él. Un paseo que tenía siempre el mismo final. Cuando llegó a la playa se sintió en casa. Había llegado a su hogar, al sitio donde había pasado más tiempo durante los últimos años. El sitio que le escuchaba, que le comprendía, que lloraba y soñaba con él. El sitio que conocía hasta el rincón más recóndito de su apenado corazón y que le había visto muchas lágrimas suyas, demasiadas quizá…

Un beso, un abrazo, una caricia… acompañados de un poco de amor… se preguntaba si era la única persona del mundo que nunca había sentido esas cosas, que nunca había sentido unos labios, que nunca había podido decir “Te Quiero” con una mirada. Cada lágrima que nacía de sus ojos iba cargada de rabia, de pasión, de cariño, de sentimientos… de amor… de todo el amor que le inundaba, de todo el amor que tenía para ofrecer, pero que seguía siendo suyo, que seguía encerrado en su interior sin poder encontrar otro corazón con quien compartirlo…

No tenía hambre, no tenía sed, no tenía sueño, solo sentía tristeza y desolación, ganas de gritar, aunque nadie le oyera. El mar se había convertido en su mejor amigo, en su confesor, en su guía. Pasaba los días enteros en compañía de las olas, caminando por la arena, escuchando el sonido de las mareas, sintiendo, deseando, llorando…

Así pasaban los días, los meses, las estaciones, veía como Sol le ganaba la batalla a la noche en el reloj con cada Primavera, y como volvía a perderla con la llegada del Otoño. Veía llover, veía escampar, el Sol, la Luna, las estrellas… y la desesperanza. Esa amiga inseparable que cada día ocupaba más hueco en su corazón. Esa cruel inseparable que le acompañaba a cada sitio que iba, que nacía cada atardecer, que menguaba cada amanecer, pero que se volvía más grande con cada minuto que pasaba.

Hasta aquella tarde… una fría tarde invernal, con el mar embravecido y el cielo gris.
Vio la silueta paseando lentamente por la arena. A medida que se acercaba, se dio cuenta de que tenía la mirada perdida y el rostro apagado, algo que por desgracia, él conocía muy bien. La chica pasó delante de él, a escasos metros de dónde estaba y siguió caminando. Álvaro se preguntaba si ella le había visto, ya que juraría que miraba hacia él cuando se estaba acercando. Cuando salió de sus pensamientos, la chica ya se había alejado, aunque una extraña sensación crecía en su interior. 
Al día siguiente la volvió a ver, y al otro también. Ella se convirtió en un elemento más de sus estancias allí. Siempre con esos ojos medio inundados y esa tristeza en la cara que, eran también compañeros de Álvaro ¿Estaría ella en la misma situación que él? Quizá nunca lo supiera… o sí. Cada día que pasaba nacía una nueva mirada entre ellos, y crecía esa sensación dentro de Álvaro.

Pasaron los días y una tarde de Enero, él la vio aparecer, pero esta vez fue diferente. No llegó a pasar delante de él, sino que se sentó en la arena, a unos metros de donde estaba Álvaro. Él la miró y a los pocos segundos se encontró con la mirada de ella. Le regaló una tímida sonrisa y algo de rubor. Ella le devolvió el gesto y se acercó a su lado. Empezaron a charlar, algo que Álvaro tenía casi olvidado. Cuando acabaron de hablar ese día, se dieron cuenta de que la noche les había envuelto por completo sin que ellos se dieran cuenta. Se despidieron y en su última mirada, sabían que se volverían a encontrar al día siguiente.

El corazón de Álvaro llevaba mucho tiempo sin ver el más mínimo atisbo de luz, pero aquella tarde, un minúsculo punto comenzó a cobrar forma, aunque no lo hacía solo, puesto que el miedo iba con él de la mano. Deseaba la llegada del día siguiente. Y llegó, y con él el mar, y la arena, y ella… y ese día acabó y llegó otro, y cada día que pasaba se daba cuenta de que Lucía era la cosa más hermosa que había visto jamás. Que cuando estaba con ella los días eran como minutos. Cada palabra, cada mirada entre los dos, era como una pequeña bombillita que se iluminaba en su pequeño corazón. Los días fueron pasando y comenzó a sentir que lo hacían como las hojas de un libro que ve más cerca su epílogo. 

Con la llegada de un nuevo año, Álvaro se dio cuenta de que Lucía se había convertido en la razón por la que decidió quedarse… La larga espera, el tormento de su alma, los recuerdos de aquella noche, todo era ahora algo tan lejano que tenía la sensación de que acabara de despertar y no hubiera sido más que un mal sueño. Aunque ahora su verdadero sueño estaba agarrado de su mano. Deseaba estar con ella cada segundo de la eternidad, conocía cada gesto, cada lugar de su interior al igual que le pasaba a ella. Los dos corazones habían salido de aquella oscuridad que era su hogar. Habían conocido por fin la luz, la felicidad, el amor…

Aquella tarde, el lucero del alba comenzaba su viaje por el firmamento a través del horizonte rojizo de finales de inverno. Álvaro y Lucía estaban en silencio. Sus miradas eran tan penetrantes que casi podía llegar a saber lo que pensaba el otro. Sus manos entrelazadas como si estuvieran luchando contra una corriente que tirara de ellos en direcciones opuestas. Y entonces, el destino… Cerraron los ojos y antes de que pudieran darse cuenta, sus labios estaban bailando agarrados en un beso que fue la sensación más maravillosa que habían tenido en sus vidas. Un beso que ambos llevaban esperando demasiado tiempo. Un beso que sirvió para vaciar sus almas de todo atisbo de oscuridad. Un beso que quedó sellado con todo el amor, el cariño, las esperanzas que inundaban su interior. Un beso que desearon durara toda la eternidad. Y un beso que hizo florecer todos los recuerdos en la mente de Álvaro como si los hubiese vivido ayer mismo. 

De repente, silencio, oscuridad, frío… paz, tranquilidad. Una paz que pensaba que nunca llegaría, que nunca le sería otorgada pero que recordaba muy bien. Tal era esa paz que por un momento sólo existía él. No había playa, no había mar, no había nada… ni siquiera Lucía. Por un momento desapareció lo que le había hecho resucitar, la razón que le había devuelto la vida. Y entonces, los recuerdos… Como una ejército perfectamente ordenado, fueron desfilando uno por uno, sin siquiera tocarse. Recordó aquella noche, el acantilado, la tristeza, la vuelta a casa, el accidente, las ambulancias, el hospital, el pitido que de repente se hizo continuo… y el silencio, la oscuridad, el frío, la paz… y la luz… Esa luz que le decía que comenzaba el viaje. Esa mano que le indicaba el camino, que le invitaba a empezar… Sentía miedo, mucho miedo. No sabía qué hacer, pero sabía lo que quería, y sabía que su viaje no empezaría ahí, no en ese momento. No se iría vacío. No sin abrazar, sin besar, sin sentir, sin amar. Corrió, corrió como jamás lo había hecho y cuanto más lejana veía la luz, más miedo tenía. Le aterraba las consecuencias de su decisión, pero más le aterraba marcharse sin haber conocido el sentimiento más maravilloso que puede albergar un corazón. Siguió corriendo hasta que la oscuridad era absoluta, hasta que dejó de sentir su alma… y se durmió. Al despertar se sobresaltó, estaba perdido y desorientado. Tenía frío. Comenzó a caminar. Un camino hacia su destino…

El silencio, la paz, la oscuridad… y Lucía. Sus manos entrelazadas como si fueran una sola y de nuevo el choque de sus miradas. Y el resplandor. Esta vez no tenían ninguna duda, esta vez emprenderían el viaje. Todo el sufrimiento, las penas, la tristeza, habían caído en el olvido. Al fin sus almas se habían librado de la penumbra y podían empezar a vivir. Con toda la ilusión y la felicidad que se pudiera imaginar, caminaron hacia la luz, agarraron la mano que les invitaba… y se marcharon.

lunes, 12 de julio de 2010

Nacimiento y muerte

Comienza a amanecer. Abro los ojos lentamente, giro la cabeza hacia la derecha y te veo, durmiendo profundamente. Me encantaría poder acariciarte la cara, que despertaras y comenzáramos un nuevo día juntos. Ojalá pudiera pasar todos los días contigo, mirándote...

Te vas despertando. En cuanto abres los ojos me miras y me sonríes. Te devuelvo la sonrisa. Sin decir nada me coges y me abrazas mientras que sueltas de tus carnosos labios un "buenos días". Tu cuerpo desnudo se va agarrando al mío. Te voy abrazando más y más... Me conoces perfectamente, sabes que estoy perdidamente enamorada de ti desde el día en que nos conocimos. Pero paras, veo que algo te preocupa.

-¿Qué te pasa?
-No puedo seguir con esta mentira...

Te pones de pie y empiezas a vestirte. No puedo evitar mirarte con cara de asombro y misterio a la vez que no paro de dedcirte "¿qué quieres decir con eso?, ¿adónde vas?". Abres la puerta.

-No puedo querete.

Sin poder evitarlo, empiezo a llorar. Me pongo de pie y miro por la ventana. Hay un coche militar aparcado en frente de la puerta de la entrada. Cierras la puerta y subes.

Desde ese momento no te he vuelto a ver.