sábado, 17 de julio de 2010

Por la ventana

Hoy en día la mayoría de personas quiere estudiar para tener un buen futuro o trabajar bien para ahorrar. Con un buen trabajo se dice que tienes un buen porvenir, es decir, que si consigues mucho dinero con tu trabajo serás feliz. Eso es lo que nos hacen pensar hoy en día: estudio y punto. Con eso ya tienes el futuro arreglado. ¿Qué pasa con el amor? ¿Acaso en esta sociedad ya no hay hueco para el amor, que ha existido antes que el papel ese al que llamamos billetes? ¿Acaso el sentirse amado o estar aferrado a alguien no es tener un buen futuro, acompañado de tu ser más querido? Sé que en estos tiempos y desde hace ya unos siglos el dinero es vital para sobrevivir.
Esta es la historia de un chico llamado Jake, de 20 años, perdidamente enamorado de Taylor, una chica de 18 años. Ellos son pareja, y son los más felices del mundo. Tienen planeado casarse dentro de unos años, cuando sean un poco más mayores. Irán a estudiar en la misma universidad, la de Barcelona.

Hace un tiempo los padres de Jake solicitaron a escondidas de su hijo una beca para poder estudiar en Stanford. Ellos sabían que sería lo mejor para él, ya que podría estudiar su carrera mejor y conseguiría un trabajo magnífico. Pero Lo que quería realmente Jake era estudiar la carrera en su ciudad con su futura esposa. Si se iba a Stanford pasaría allí demasiados años e incluso a lo mejor se quedaría allí viviendo y perdería a su novia. Tal vez se pudiera casar con otras mujeres, pero nunca sería feliz ya que siempre tendrá en mente a Taylor, la persona que le hizo conocer el verdadero sentido de la vida. Pero meses después, los padres de Jake le dijeron lo de la beca. Además, le habían aceptado para ir allí. Cuando Jake escuchó tales palabras no sabía si llorar de orgullo o tristeza. ¿Qué podría hacer Jake: irse a Stanford o quedarse en la ciudad?

Sus padres le obligaron a ir a Stanford, dijeron que por un amorcito temporal no servía para rechazar tal oportunidad como la que le habían concebido. Días después, se despidió de Taylor, a quien sin duda echaría de menos. No se volverían a ver durante un tiempo, y eso marcaría sus vidas para siempre.

Pasaron los años. Después de sacarse la ingeniería en Stanford, se fue de nuevo a su ciudad natal. Lo primero que hizo fue ir a buscar a Taylor. Fue a su casa y no estaba. Sus padres le dijeron que ahora vivía en otra casa. Le dieron la dirección y fue directamente hacia allí. Vio una casa enorme, con un magnífico y colorido jardín y garaje propio. Miró por la ventana y la vio, a ella, abrazada y besando a un chico en el sofá. Con las lágrimas a punto de saltar, le vio la mano a Taylor. Tenía el típico anillo dorado de matrimonio...

1 comentario:

  1. La sociedad nos da facilidades para hacer el amor pero no para enamorarnos.

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