martes, 13 de julio de 2010

A la tercera va a la vencida

Hace desde hoy un par de años, vivía en una casa cercana a la playa una chica joven, hermosa y desolada llamada Laura. Todos sus amore habían fracasado: cuando era más joven su novio la dejó por otra y cuando se casó años después  su marido murió de una enfermedad. 

Con todo esto que le pasó, no quería volver a enamorarse, ya que sabría que la volverían a romper el corazón, aún con heridas que no se curaban y que llevaban sangrando desde el pasado. El amor era lo más importante para ella.

Día de Navidad. Es hora de llamar a toda la familia para comer y disfutar juntos y, sobretodo, olvidarse de los problemas. Vinieron sus padres, sus tíos, sus abuelos, y su hermana con su nuevo novio.

-Espero que no te haya importado que me haya traído a Bryan.

-¡No! Para nada. ¿Por qué me iba a molestar? Es más, cuantos más, mejor.

Su hermana le presentó a su novio Bryan. Desde aquel primer momento en que se conocieron sintieron algo el uno al otro.

Todos se sentaron y empezaron a comer mientras contaban sus anécdotas sobre ese año.

Después de tres horas, todos se empezaron a ir.

Cuando la hermana se despidió de Laura, salió de la casa para esperar a Bryan, que se estaba despidiendo de todos. Finalmente se despidio de Laura:

-Muchas gracias por la comida. Estaba realmente buena.

-Muchas gracias Bryan y gracias también por venir.

-No... no me gustaría perder el contacto contigo. Quiero verte más veces este año.

-Bueno... no lo perderemos. Si quieres te doy mi número de teléfono y hablamos.

Le dio su número de teléfono y se despidieron.

Dos semanas después, Laura recibió una llamada de Bryan. Acordaron que quedarían en la playa por la noche.

Y así fue.  Estuvieron varias horas hablando de distintas cosas, hasta que:

-Laura, debo irme, pero quiero que nos volvamos a ver.

Desde ese momento, quedarían cada dos semanas en ese mismo lugar de la playa.

Seis meses después, se cogieron mucha confianza y su amor iba creciendo a medida que sus miradas chocaban.

-Laura, te quiero.

Laura se quedó muda, sin ninguna palabra que soltar de sus labios. Estaba llena de felicidad al oír tales palabras de la persona que más quería en este mundo. Bryan no lo pudo contener y la besó. Esa noche estuvieron juntos expersando de la mejor forma posible su amor.

Y continuaron viéndose, esta vez, cada semana. 

Día de Navidad del año siguiente. Fueron las mismas personas.

Casi al final de la comida, dijo en voz alta la hermana de Laura:

-¡Escuchadme todos! Sé que lo que os voy a decir va a ser un poco precipitado, pero quiero deciros que la semana que viene Bryan y yo nos casaremos.

Los gritos de alegría llenaban la sala. Pero Laura ni siquiera pudo fingir una sonrisa. La hermana continuó hablando:

-Después de la boda, nos iremos a vivir a Italia. Ahí nos han ofrecido un buen puesto de trabajo tanto a Bryan como a mí. Y, por supuesto, estais invitados todos a la boda.

Eso culminó la tristeza de Laura.

Era hora de irse. Todos se despidieron de todos. Cuando Bryan se despidió de Laura le dijo:

-Lo siento, de verdad. Debes saber que te quiero. Pero...

-Vete. Adiós...

Todos se marcharon. Laura pensó que jamás tenía que haber aceptado verse con aquel hombre. No tenía que haber hecho lo que había hecho. Ahora, el corazón tiene demasiadas heridas.

Laura se fue a la playa, justo a aquel lugar donde quedaba con Bryan. Con  la ropa puesta, se metió en el mar. El agua le legaba hasta la cara. Se metió más adentro. No podía respirar, no quería respirar ni salir fuera para coger aire. El mar y la muerte la envolvieron.

Su familia supo seis meses después que se suicidó en el mar. El día de Navidad todos lloran su muerte, especialmente el que la provocó.

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