Ahí estaba ella, bailando enmedio de aquel escenario que tantos recuerdos le trajo a Raúl. Ella se puso, como cada sábado, su vestido rojo de tirantes que le tapaba hasta las rodillas. Y él, como cada sábado, compró una rosa roja.
Pero ese sábado era diferente. Sabía que ese era el día, aquel día en que por fin podría acercarse a ella y expresarle sus sentimientos sin miedo a nada. Así que después del baile, Raúl se fue detrás del escenario para hablar con ella, pero ya se iba. "¡No, esta vez no puedo fallar!", se dijo a sí mismo con mucho entusiasmo. La siguió hasta la puerta trasera de aquel bar, en donde la codió suavemente del brazo y le contó todo lo que sentía por ella.
De repente, el coche de en frente pitó para llamar a la chica. "Lo siento, debo irme", dijo ella con prisas. Raúl vio que la persona que pitó era un hombre, el hombre más afortunado del mundo al tener a esa chica en sus brazos.
Hola, linda entrada paso a desearte un excelente fin de semana. Nos leemos.
ResponderEliminarHay cientos de miles de hombres más afortunados del mundo al mismo tiempo, y a su vez cientos de miles de mujeres fabulosas, quizás deberíamos empezar a subir el listón.
ResponderEliminarHay miles de peces, asi que... porque nos toca siempre el podrido?!
ResponderEliminarUn beso con sabor a cielo:)
Qué pasión, me imaginé las escenas. Me gustó
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